2004 SALADO

 Casa de Cultura San Pedro del Pinatar

PORTADA DE CATÁLOGO


Paralelo 380 

          Yo, de pequeño, y aún cuando crecí, siempre quise ser como Mercator, Gerhardus Mercator.

         Aunque por azares del destino me dediqué, ya desde hace tiempo, a otras tareas menores y no a la nobles artes de la cartografía, tengo en ellos, cartógrafos y geógrafos, una constante referencia de vida, de actitud ante el mundo.

         Quizá sea ésa la razón por la que cuento en mi modesta estancia de lecturas dispersas, con un apartado bien nutrido de mapas, libros de viajes y atlas diversos, que delatan, desde el brillo propio del papel gastado, el uso intenso y prolongado que de ellos hago continuamente.

         Mis amigos y los que ya me conocer bien, alimentan mi pasión con los ejemplares más raros y de procedencia más lejana, como el que recientemente me trajeron de Birmania, del territorio de Bagan y los hitos sagrados y templos budistas que lo pueblan.

Sé que ya puede parecer una obsesión, pero la realidad es que todo lo que ocurre a mi alrededor tiene una inmediata traducción a los planos y mapas -terrestres o estelares-, cartas naúticas y cuadernos de viaje que alcanzo a recordar.

He seguido la pintura de Ángela Acedo por los más variados territorios; he atravesado de su mano la enmarañada y húmeda selva, la jungla y el manglar, las praderas templadas, las mesetas vacías, los bosques crecidos, los desiertos, las montañas y los humedales.

y en todos esos paisajes he visto animales de toda raza y condición, salvajes y domésticos, grandes y pequeños, voladores, terrestres o acuáticos; y recortadas contra ellos las plantas y flores que los acompañan, alimentan y protegen.

En más de una ocasión me han resultado láminas de condición darwiniana, que me reclamaban la urgente búsqueda y situación en los mapas, de tal manera, que como si de una suerte de navegación a bordo del Beagle se tratara, he ido reconociendo todos los parajes y rincones de su pintura.

Ahora, al volver una vez más a mirar su obra más reciente y trasladarla a su particular cuaderno de bitácora, caigo en la cuenta de que Angela Acedo nos ha hecho viajar alrededor del mundo con una ruta determinada y constante, el paralelo 38° norte, y con estas últimas piezas, desde las salinas de Lo Pagán, cierra el círculo por el que nos ha conducido.

y en el viaje, todo este recorrido nos descubre un acercamiento a los orígenes, en un proceso regresivo que va despojando su trabajo de elementos superfluos para concentrarse, con mayor intensidad, en los lugares y valores que nos son comunes y que más nos importan.

Frente a las piezas que ofrecen respuestas prefiero las que me interrogan, me inquietan y me fuerzan a pensar en ellas una y otra vez, y no sólo desde los mapas abiertos, sino desde los más profundos rincones de mi memoria y la de mis amigos.

Quiero pensar que entre los flamencos que sobrevuelan mansa mente las salinas, asoma ese otro flamenco que cité al principio, Mercator, que completa pacientemente la ruta del paralelo 38°.

Martín Lejarraga 

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Calienta la brisa tres palmeras
encendidas en salitre,
antorchas de sal a tu regreso.

Dos flamencos
nos miran.

De color salado
el rosa de sus alas
sobrevuela la encañizada.

Amanece en las dunas
mientras te marchas.

Montañas de sal
emergieron de la charca
durante tu ausencia.

No perdura en la arena
tu huella.

Bárbara Meca 


AMANECER EN LAS DUNAS

MIENTRAS TE MARCHAS

ENCENDIDAS EN SALITRE

NOS MIRAN

NO PERDURA EN L ARENA

DURANTE TU AUSENCIA

TU HUELLA

SOBREVUELA LA ENCAÑIZADA

DOS FLAMENCOS

EL ROSA DE SUS ALAS

EMERGIENDO DE LA CHARCA

DE COLOR SALADO

ANTORCHAS DE SAL A TU REGRESO


MONTAÑAS DE SAL


CALIENTA LA BRISA TRES PALMERAS



ÁNGELA  ACEDO









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