Casa de Cultura San Pedro del Pinatar
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PORTADA DE CATÁLOGO |
Paralelo 380
Yo, de pequeño, y aún cuando crecí, siempre quise ser como Mercator, Gerhardus Mercator.
Aunque
por azares del destino me dediqué, ya desde hace tiempo, a otras tareas menores
y no a la nobles artes de la cartografía, tengo en ellos, cartógrafos y geógrafos,
una constante referencia de vida, de actitud ante el mundo.
Quizá
sea ésa la razón por la que cuento en mi modesta estancia de lecturas dispersas,
con un apartado bien nutrido de mapas, libros de viajes y atlas diversos, que
delatan, desde el brillo propio del papel gastado, el uso intenso y prolongado que
de ellos hago continuamente.
Mis
amigos y los que ya me conocer bien, alimentan mi pasión con los ejemplares más
raros y de procedencia más lejana, como el que recientemente me trajeron de
Birmania, del territorio de Bagan y los hitos sagrados y templos budistas que lo
pueblan.
Sé que ya
puede parecer una obsesión, pero la realidad es que todo lo que ocurre a mi
alrededor tiene una inmediata traducción a los planos y mapas -terrestres o
estelares-, cartas naúticas y cuadernos de viaje que alcanzo a recordar.
He seguido
la pintura de Ángela Acedo por los más variados territorios; he atravesado de
su mano la enmarañada y húmeda selva, la jungla y el manglar, las praderas
templadas, las mesetas vacías, los bosques crecidos, los desiertos, las
montañas y los humedales.
y en todos
esos paisajes he visto animales de toda raza y condición, salvajes y
domésticos, grandes y pequeños, voladores, terrestres o acuáticos; y recortadas
contra ellos las plantas y flores que los acompañan, alimentan y protegen.
En más de
una ocasión me han resultado láminas de condición darwiniana, que me reclamaban
la urgente búsqueda y situación en los mapas, de tal manera, que como si de una
suerte de navegación a bordo del Beagle se tratara, he ido reconociendo todos
los parajes y rincones de su pintura.
Ahora, al
volver una vez más a mirar su obra más reciente y trasladarla a su particular
cuaderno de bitácora, caigo en la cuenta de que Angela Acedo nos ha hecho
viajar alrededor del mundo con una ruta determinada y constante, el paralelo
38° norte, y con estas últimas piezas, desde las salinas de Lo Pagán, cierra el
círculo por el que nos ha conducido.
y en el
viaje, todo este recorrido nos descubre un acercamiento a los orígenes, en un
proceso regresivo que va despojando su trabajo de elementos superfluos para concentrarse,
con mayor intensidad, en los lugares y valores que nos son comunes y que más nos
importan.
Frente a
las piezas que ofrecen respuestas prefiero las que me interrogan, me inquietan
y me fuerzan a pensar en ellas una y otra vez, y no sólo desde los mapas
abiertos, sino desde los más profundos rincones de mi memoria y la de mis
amigos.
Quiero
pensar que entre los flamencos que sobrevuelan mansa mente las salinas, asoma
ese otro flamenco que cité al principio, Mercator, que completa pacientemente
la ruta del paralelo 38°.
Martín Lejarraga
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Bárbara Meca
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AMANECER EN LAS DUNAS |
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MIENTRAS TE MARCHAS |
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ENCENDIDAS EN SALITRE |
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NOS MIRAN |
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NO PERDURA EN L ARENA |
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DURANTE TU AUSENCIA |
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TU HUELLA |
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SOBREVUELA LA ENCAÑIZADA |
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DOS FLAMENCOS |
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EL ROSA DE SUS ALAS |
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EMERGIENDO DE LA CHARCA |
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DE COLOR SALADO |
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ANTORCHAS DE SAL A TU REGRESO |
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MONTAÑAS DE SAL |
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CALIENTA LA BRISA TRES PALMERAS |
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ÁNGELA ACEDO |
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